Un cuento para cada día
   Alhaurín de la Torre, Málaga, Andalucía,  2 de mayo de 2003

                                                          SIN RETORNO 

María Dolores Villalbazo  Nicosia, Chipre  farida227@hotmail.com 

El cuerpo de Farid de cincuenta y cuatro años, fallecido de un infarto, fue recogido por sus familiares, quienes gritaban y rasgaban sus ropas ante el dolor de saber que nunca más lo tendrían a su lado.  

Farid regresó un día del exilio impuesto acompañado por su mujer, su pequeño hijo y su valija gastada de tantos viajes obligados porque era un hombre que le habían arrebatado su tierra. 

Heredero del despojo, pudo regresar a una minúscula parte de su territorio  gracias a los acuerdos firmados por los ocupantes y el frágil gobierno recién instaurado. 

Construyó una casa de adobe y piedra, izó su bandera en el balcón de su hogar, como símbolo de la patria que no podían pisar y sembró una huerta en el jardín rodeada de olivos, que el cuidaba con dedicación y amor. 

Años atrás, Farid había sido un joven de ojos nocturnos, piel tibia, pies de viento, que rechazaba mordazas y sus brazos eran alas. 

Vivió refugiado en ese entonces en un país, que hacía frontera con el suyo y era  gladiador que se infiltraba a su propia tierra ocupada, abrazado a la muerte en las albas solitarias. 

Partió con otros compañeros, en una embarcación que los llevó lejos, después de los bombardeos que duraron setenta y nueve días, de las encarnizadas luchas y oscuridad y de que los fantasmas bíblicos devoraban todo a su paso. 

Pese al paso de los años, no se borraron de su memoria los paseos con la muerte ni la injusticia que se cernió sobre su pueblo. Soportaba la presencia del ocupante que se pavoneaba en sus máquinas de guerra y cortaba vidas, destruyendo a su paso míseras viviendas.  

Su hijo creció arrojando piedras con otros niños y luego se convirtió en un joven melancólico y silencioso, Farid se recordaba al verlo  y se preocupaba por su vida. 

El día que fueron a buscar el muchacho, su corazón se rompió de dolor y orgullo. 

Su casa fue destruida, su huerto y los olivos arrasados. Cuando el hombre vio los escombros de su hogar efímero, le faltaron las fuerzas y se desplomó, muerto.  


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