Un cuento para cada día
Alhaurín de la Torre, Málaga, Andalucía, 10 de marzo de 2003
FERNANDO, SOLO.
Cuando creyó que era irreversible se atrevió a decírselo.
- Me voy.
- ¿Cuando vuelves?
- No voy a volver nunca.
- Deja las llaves entonces.
- Están sobre la mesa de la cocina.
Fernando Vansieri, médico, camina por Fuencarral. Lleva una pequeña maleta con la ropa y algunos objetos que solía dejar en el piso de Elisa. Cuando llegue al hospital se encargará de botar todo eso, su esposa no entendería explicaciones.
- ¿Doctor?
- ¿Si?
- Es su esposa por la tres.
- No puedo pasar.
- Dice que es urgente.
- Tómale el mensaje.
- ¿Doctor?
- ¿Si?
- Dice que se va a matar.
- ¿Qué intentas hacer?
- Ahora es verdad, ya me tomé las pastillas.
- No te creo. Nunca te atreves a nada.
- Igual, sólo te llamo para que no te sorprendas cuando veas mi cadáver en la sala.
- ¡Por Dios!
- No me crees, que raro.
- Mira, esta noche, cuando llegue, hablamos.
- ¿Sabes hablar con los muertos?
- Adiós Laura.
- Adiós.
- ¿Doctor?
- ¿Si?
- Su esposa otra vez.
- ¿Por cual?
- La dos.
- Estoy muy mareada.
- ¿Tomaste las pastillas en serio?
- Te lo dije.
- ¿Cuántas?
- Todas.
- Te mando una ambulancia enseguida.
La ambulancia no llegó a tiempo. A Fernando le pareció muy triste todo y pensó que afortunadamente no tenían hijos. Esa misma noche llamó muy tarde a la casa de Elisa, contestó un hombre. Se sintió miserable y lloró por fin.
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