Un cuento para cada día
Alhaurín de la Torre, Málaga, Andalucía, 21 de marzo de 2003
Ariel
Javier Vásquez
Aguilar Lima-Perú.
allison@telematic.com.pe
Aquella tarde conversé con Carlos. Era un tipo que conocí en "la Boquita",
una discoteca de mala muerte del centro limeño. Cuando lo vipor primera vez
tenía la apariencia de un vendedor de droga o algo parecido, esos que
merodear por las calles pero me equivoqué, era un estudiante de una
universidad particular ubicada en la avenida Javier Prado. Me parecía
extraño que un tipo que vive solo en el jirón Ica y sin trabajo,
aparentemente - estudie en una universidad privada, cosas de la vida; no sé,
pero lo bueno de ese pata es que era un loco para las fiestas. Esa noche
llegué solo al bar "Estelita" en Cailloma. Estaba deprimido por el trabajo y
la universidad, todo se me había acumulado, quería explotar. Me senté en la
barra y pedí un vaso con cerveza Cristal
bien helada, y a pesar que era invierno lo que más quería era morirme con
neumonía, por lo menos. Una vieja regordeta se acercó y preguntó -Hey niño,
¿te pasa algo?, si quieres te curo de las penas. Su olor a
colonia barata me dio asco, y mientras la miraba, sentía su mano dentro de
mis bolsillo buscando algo. -¡Oiga qué se le perdió! - Nada nene sólo quería
estimularte. Era asquerosa, era como si estuviera en un asilo
rodeado de viejas decrépitas buscando sexo. La empujé con fuerza y cayó
pesadamente, de pronto dos sujetos fornidos se acercaron y me levantaron en
vilo llevándome al baño, cuando disponían a colocarme el primer golpe
alguien los detuvo. Caí al piso y sólo escuchaba una discusión, algo como si
no acordaban el precio, estaba aturdido, no entendía. -Hey socio te pasa
algo, me llamo Carlos…, pero chochera que mal estas, ¿qué paso?;
levántate te invito un trago, vamos. -Okey. Esa noche bebí infinitas jarras
de cerveza, sangría y tragos baratos, mi sueldo de fin de mes se redujo a
unos miserables cinco soles y qué llevaría a casa, pero si nadie me espera,
¿para que diablos trabajo?. Aún recuerdo algo de la madrugada: mujeres,
homosexuales en nuestra mesa, me presentaron a un sin fin de amigos y amigas
todos muy gentiles pero no olían bien, parecía que esos cuerpos nunca
probaron agua. De esa madrugada no recuerdo nada más. En la mañana no estaba
en casa estaba en un cuarto nauseabundo de una quinta, me desperté con un
fuerte dolor de cabeza y lo primero que vi fue a la acabada regordeta
desnuda encima mío roncando fuerte, trate de salir pero a pesar de su
borrachera me atenazaba con sus regordetas piernas, odiaba esa situación;
miré hacia un costado y allí estaba Carlos con dos mujeres, desnudos en una
posición incomoda.
Finalmente pude escaparme, busque mi ropa Calvin Klein que mi madre me envió
de Estados Unidos y salí raudo a mi casa, entré y vi todo normal, en la
grabadora encontré un mensaje "llámame cuando regreses, tu mamá".
-¿Y ahora qué quiere mi madre, no está contenta en Europa? . Maldición
quizás regrese a Perú, pucha si se entera que no voy a la universidad me
friego. Mis viejos son divorciados, es una situación que hasta el
momento no entiendo, siempre estuve en la casa de mis tías, envidiaba cuando
en el colegio había los paseos familiares nunca fui con mis padres, o era mi
abuela o mis tías. Mi madre se fue a Europa a trabajar
en no sé donde y me dejó aquí en Lima, que es una ciudad de porquería,
maldita sea por qué no me llevó, siempre con la misma cháchara "tienes que
estudiar", si supiera que ya no voy y que estoy en este lugar.
Luego de aquel fin de semana, se me hizo costumbre salir con Carlos, éramos
los dueños de las discotecas del centro de Lima. Cada fin de semana era mil
soles de gastos. Empezábamos desde las siete de la
noche del viernes hasta el lunes y siempre terminamos en la quinta con
diferentes mujeres desde púberes que buscan iniciarse hasta viejas
reprimidas. Mi vida se torno una tontería, quería terminar con esta
situación, no era vida. Una tarde de invierno no teníamos plata para ir a
nuestra juerga pero Carlos tenía la solución para cada problema, recuerdo el
clásico "no es problema choche", aunque ese día no me convenció el "no
es problema choche" quise indagar de donde salía el dinero y seguí a Carlos
hasta la plaza Francia, se paró cerca a la
librería Studium - donde adquiría mis libros cuando era estudiante - estaba
allí apoyado en el poste de alumbrado eléctrico, estaba con su clásica ropa:
casaca azul, jean negro, camisa Cougar y su reloj Benneton. Me oculté detrás
de los jugadores de ajedrez - un juego difícil - y miré por primera vez de
donde provenía el dinero de Carlos, vendía drogas, esa imagen me desalentó y
percibí un aire enrarecido algo como suciedad . Me retiré. Esa tarde caminé
por la avenida Wilson pensando en mi amigo, cavilando en el lío del carajo
que me había
metido, sí, mi amigo, aquel que conocí en el bar de mala muerte era un
paquetero. Ese fin de semana no fui a la juerga. Estuve en mi departamento.
El lunes sonó el teléfono, pensé que era mi madre fastidiándome otra vez,
timbró cinco veces hasta que contesté.
-Alo, alo, habla Carlos.
-¿Qué quieres?.
-Cuidado chocherita, ¿pasa algo?, ¿por qué no fuiste a la disco el viernes?,
te esperamos con las flacas, estuvieron buenas, ya sabes.
-No pude ir, tenía que hacer. -Tú tenías que hacer, no me hagas reír, sabes
qué, tengo un negocio, es algo sencillo, ven a mi casa.
-Okey (era un ok. Dubitativo).
Esa tarde a pesar que sabía a lo que se dedicaba mi amigo fui a verlo.
Estaba con dos chicas y sucedió lo de siempre: sexo y alcohol.
Dos horas después se fueron y dejaron un maletín, le pregunté que contenía,
no me respondió; intenté quitárselo pero me empujó, caí al piso y trate de
agarrar sus piernas hasta que lo conseguí. Rodó pesadamente y el maletín, se
abrió, era una sustancia blanquecina sin olor. -¿Vendes droga?. - Maldito
hijo de puta ni una palabra a nadie si no te friegas, ¡ya estás Jodido!. Me
repuse y cuando mis manos tocaron la perilla de la puerta sentí un fuerte
empujón y caí nuevamente : Era la policía.
Aquella tarde, conversé con Carlos por última vez, estaba parado en la rampa
del aeropuerto Jorge Chávez, custodiado por dos policías de la Interpol. Se
lo llevaron a México. Nunca más supe de él.
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