Una historia cada día, un cuento cada semana
   Alhaurín de la Torre, Málaga, Andalucía,   domingo, 3 de octubre de 2004

COBA DE ILUSO

 

Fº Miguel López Jiménez fmlopez52@hotmail.com
 

La habitación era reducida, apenas si entraba la cama, la mesita de noche y una silla. Las cortinas blancas y estampadas con grandes flores rojas, horteras y de mal gusto. El edredón a juego, convertía la estancia en un lugar deprimente.

Sobre la cama, una pareja, a punto de comenzar el juego del amor, se acariciaban tiernamente. Decía él

- Agazápate amor, quiero estudiar tu universo

Respondía ella. – Mira Carlos, esos términos no puedes emplearlos conmigo, aunque seas un estudiado. Además, tampoco los entiendo. –

Continuaba él. – Ya lo sé, pero quiero alucinarte con mi dialéctica y, también, deseo prolongar al máximo estos momentos.

- Y por qué no te las arreglas con un diccionario para tal ensayo. – Replicaba la mujer.

        Amor, no es lo mismo, tú eres de carne y hueso, estás viva. Eres bella y hermosa como un enjambre de jazmín. – Proseguía él, babeando y excitado. – Me vuelve loco acariciarte, ver como tus pechos blancos y en flor se abren a mí en desafío. –

-         Pues ten mucho cuidado y no te vayas a emborrachar con tanta flor y termines comprándote una muñeca hinchable. – Le advertía ella, agotando la paciencia. Se le hacía inaguantable el palabrerío de él.

        No picotina mía, jamás me jactaría de ti. Si eres un despampanante cántaro de miel que derrama abundancia por todas partes. Quiero ser el zángano de tus panales para recrearme con laboriosidad en esculpir todos y cada uno de tus rincones, blandos y dulces, como estigmas de reina. –

-         Eres un cursi relamido y agobiante – Afirmaba ella, cansada de escuchar tanta inutilidad en el comportamiento de Carlos.

        Ya sé que soy un romántico. Pero es que estoy loco por tus aires. Me hundiría en lo más profundo de la oscuridad por ti. Quiero arrancarle, sí es y no es, a la margarita de tus labios con mi ardiente boca. –

-         ¡Ya está bien, Carlos¡. Acaba con toda esa verborrea de palabras empachosas y ve directamente al asunto. – Le rogó muy enfadada.

Carlos le contestó intentando calmarla. – Qué poco romántica eres, cuando toda tú eres encantamiento. Una ninfa que encharca todos mis sentidos y entre juega esta danza de enamoramiento que siento por ti. –

-         ¡Santo Dios¡. lo que hay que soportar. Menudo tonto y pijo eres para hacer el sexo. Pero si eso te pone allá tú con la historia. Lo que sí te pido es, que comiences ya de una vez. – Estaba hasta las narices de soportarlo.

Él parecía no darse cuenta y seguía con la cantinela. – Obséquiame con el níveo de tu sonrisa, con esos pechos rosados que me producen el mayor de los éxtasis. ¡Cuánto placer, Julia mía¡. –

No aguantó más tanta majadería y le puso las cosas claras. – Mira Carlos, esto pasa ya de castaño oscuro, estoy harta de que me fastidies, así que, o vamos a lo nuestro o... -  ¡Calla, calla¡. Florecilla mía, disfrutemos de estos momentos al máximo para concluir en el más hermoso de los crepúsculos. Hagamos con estos segundos el más bello arco iris del deseo y que vislumbre en todo su esplendor esta pasión que nos rebosa, sin principio ni fin. –

Julia había llegado al límite de la paciencia y terminó por explotar de rabia. – Carlos, o vas directamente al final, eliminando este comienzo tan cursi, el intermedio más empachoso aún, o te vas a quedar solo con tu película. –

Él intentaba calmarla pero no dejaba de agobiarla más, si cabe. – Golondrina mía, no remontes el vuelo del enfado, yo necesito idolatrarte y ser un simple mortal que muera de amor por ti. –

    Aquello era el colmo de los colmos. En ese instante, sonó el timbre de la puerta. Para Julia fue un aliviado socorro, casual, pero muy oportuno. Lo apartó de encima de ella con todos las fuerzas. Le pidió disculpas, más por cortesía que por ánimo. – Perdona, llaman a la puerta. Voy a ver y ahora vuelvo. –

Carlos le rogó que se quedara y no acudiera  a la llamada tan inoportuna. – Quédate, no vayas mi amor, esta interrupción tan cruel envenena mi alma y no soporto la separación, ni la impaciente espera. No vayas que me destrozas el corazón. –

Mientras él suplicaba que no fuera, ella ya había salido de la habitación y estaba a la mitad del pasillo. Por lo que, no escuchó el ruego de Carlos, aunque si lo hubiera oído ,tampoco, la hubiese retenido. Se levantó de la cama y fue tras ella. Entretanto, murmuraba su descontento.

-         Cuanto tarda esta mujer. ¿ Qué estará ocurriendo?. No resisto la espera.

Con la impaciencia a cuestas no se percató que estaba completamente desnudo. Fue hacia el pasillo que conducía al recibidor de la entrada. De pronto, ante la sorpresa que mostraban sus ojos, quedó plantado sin articular ningún movimiento. Estaba petrificado ante el impacto de la sorpresa. Solo pudo decir una palabras, poco sonoras, ya que la voz apenas le brotaba de la garganta.

-         ¡Oh, qué infortunio¡. Julia, ¿cómo es posible tal engaño?. Me estás engañando con otro, Julia. –

La había sorprendido en los brazos de un apuesto joven, se estaban besando apasionadamente. Ella sólo tenía puesto las braguitas. El hombre la rodeaba con los brazos por la cintura correspondiendo a las caricias de ella. Al parecer no les molestó la presencia de Carlos, continuaron besándose y haciéndose carantoñas.

-         ¡Julia, que estoy aquí¡.- Decía Carlos.

Ella estaba en otro mundo. Por lo visto, las relaciones con aquel joven eran antiguas, sabían donde tocarse para darse placer. Ante la ignorancia que le prestaban volvió a repetir.

        Julia, Julia que estoy yo aquí.

Ella, molesta por la insistencia de Carlos y por su pesadez, giró la cabeza hacia él, sin dejar de abrazar al hombre y le dijo. – Yo que te voy a engañar, ¿tú qué crees?. Más de tres horas he esperado en la cama como una boba, aguardando que empezaras y tú con la palabrería y tu cursilería. No te parece que he soportado lo suficiente. –

Con voz sumisa, Carlos le reprochó. – Podías haber esperado un poco más antes de arrojarte a los brazos de otro. ¿tan poco significo para ti?.

Julia le discriminó el comportamiento. – Aclaremos bien la cosas. El sexo se hace en unos minutos, en cambio, tú empleas más de tres horas en hablar y hablar, dando coba de iluso. Pierdes demasiado tiempo, ¿entiendes?. Además, he de aguantar un montón de idioteces que me revuelven el estómago.

Carlos no parecía estar muy convencido de las aclaraciones de ella. Por lo que, levantó el tono de la voz y dijo con firmeza. – ¿Es que no te recompenso después?. –

Ella le replicó. – Sí, si que lo haces. Pero pierdo reputación y prestigio y eso es perjudicial para mí. –

Carlos volvió a preguntar, sin enterarse aún de nada. - ¿No sé en qué te perjudica que yo sea romántico?. Me suponía que a todas las mujeres les gusta que el hombre sea afectivo, tierno y romántico.

Ella le respondió de forma rotunda y directa. Mientras, el recién llegado no dejaba de besarle el cuello, el pecho. Y hacerle una infinidad de caricias y mimos como si todo aquello no fuera con él. En realidad, nada tenía que ver en aquel asunto, era una cosa entre los dos.

– Entérate bien, Carlos. Perdiendo el tiempo contigo son menos los clientes que atiendo y, hombres y dinero que se esfuman, si no son correspondidos en su debido momento, ¿lo comprendes ahora?.-

Carlos se sintió humillado. Jamás ninguna mujer como aquella le había excitado tanto, pero la indignación hizo que se enfureciera y trató de insultarla.

        Eres una pu...

Ella no lo dejó terminare la frase y le respondió con firmeza y convencimiento. –Sí, eso mismo soy. Pero para ti se acabó. Contigo nunca más. –


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