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VICEVERSA
Felipe Escudero Gómez Manizales. Colombia escudero_31@hotmail.com
¡Hola Papi!
Papi te quiero mucho, me haces mucha falta; yo le pido a mi Diosito, que vuelvas pronto. ¿Pero cuándo vas a regresar?
Esta navidad ha sido muy triste sin ti.
El niño Dios me trajo un tractor y un balón de fútbol con los escudos de diferentes equipos del mundo.
Imagínate que en la reunión del 24 de diciembre el abuelo se emborracho por que estaba muy triste, porque tu no estabas.
Adiós Papi, te amo y por favor vuelve pronto.
Tu hijo que te adora, Camilo.
Querido papá, esta carta es para aquel hombre que me enseñó el valor de la honestidad y la responsabilidad, para el ser leal y fuerte que me enseñó a nunca desfallecer. Esta carta está dedicada para el padre que con todo el amor del mundo me convirtió en una persona de bien.
En alguna ocasión me hablaste de un don especial que Dios nos dio, una gracia divina que nos ha unido por largos años; el poder de la confianza. Una confianza que ni el tiempo, ni la distancia podrá acabar. Hoy no le escribo a mi padre, le escribo a mi confidente, a mi aliado, a mi compañero, a mi amigo, a mi compinche; esta es la palabra correcta viejo; compinche.
Papá deseo que sepas que estoy bien, que la universidad marcha a la perfección; el sexto y séptimo semestre los pasé con un promedio de 4.0.
Estoy súper enamorado de Alicia, cada día la quiero más -la verdad papá no se que voy a hacer con esta traga-.
Martín ya va al patio a la hora de hacer sus necesidades, ¡Ah! Y crece como un dinosaurio, pero todavía no camina al lado mío, espero que pronto lo haga. La casa en general marcha bien, el abuelo y mamá siempre están pendientes de todo, no dejan cabo suelto, pero Camilo es el que los desata. Es muy pilo y travieso; este mes en el colegio se ganó una mención de honor, pero como no, si es tu hijo.
Tengo millones de cosas que contarte, pero no te aburro con ellas, se que muy pronto estarás con nosotros y las conversaciones se extenderán días enteros.
Con todo el amor del cielo y la tierra, con toda la fuerza de mi corazón, Carlos Mario tu compinche.
¡Hola mi amor!
Lo principal de esta carta es que sepas lo mucho que te amamos, que todos estamos bien gracias a Dios, que nada nos ha hecho falta; pero por más fuertes que nos mostremos, esta casa no es la misma sin ti. El dolor tan grande que siento al llegar cada noche a esta habitación y saber que no estas ahí, la nostalgia de saber que otro día más no comerás con nosotros, pero más que nada la frustración de no saber cuándo vas a volver, me agobia.
Amor, yo intento ser lo más valiente y lo más responsable posible, pero son demasiadas cosas por resolver y lo peor, es que tu y yo somos uno sólo ser. Desde el día de tu secuestro las noches se convirtieron para mi en páginas en blanco en donde no hay nada para escribir, son columnas de soledad que invaden esta casa. Discúlpame por preocuparte, pero en realidad no te puedo mentir, la vida es demasiado difícil sin ti.
Hoy son ya 14 meses de tu captura, en los cuales tu recuerdo permanece latente en nuestros corazones a la espera de un pronto reencuentro.
Camilo crece cada vez más, ya casi alcanza a Mario. La semana pasada se ganó la mención de honor en la escuela -te la envío-, su profesora dice que es un niño excelente y que posiblemente será el mejor estudiante de todo el año. Pero me tiene un poco preocupada con ese aparato que le regalaste, ese tal, Play Station, no lo suelta desde que llega de la escuela y siempre que le pregunto por sus tareas me dice que las hizo en la escuela y yo le creo, pues nunca llega con una mala nota. En fin, es muy buen hijo y eso tú lo sabes.
Ahora pasemos a tu compinche, ya es todo un hombre, ese muchacho es la responsabilidad en pasta. No tengo nada que reprocharle, es buen estudiante, responsable con todo lo de la casa, nunca llega tarde y no bebe, es un buen modelo para Camilo. Su relación con Alicia es bastante buena, hacen una hermosa pareja. Por las noches reza, pidiéndole a Dios que vuelvas pronto y que no sufras mucho, ese muchacho te adora Antonio.
Martín parece un niño chiquito, todo el día se la pasa durmiendo y jugando, se desespera por la noche con la llegada de Carlos, son buenos amigos. Tuve que regañarlo y pegarle algunas veces para que aprendiera a hacer sus necesidades en el patio. Ahora la casa permanece más limpia y fresca.
Tu padre está muy triste, pero es un hombre sereno. En las tardes hablamos de todo un poco; de cuando tú llegaste a la Dorada, de cuando nos conocimos, cuando nacieron Carlos y Camilo, de tu primer trabajo, de todo donde tú estás presente.
Por último te hablo un poco de mí, pero la verdad no hay mucho que decir, porque yo soy lo que tú eres.
El trabajo esta pesado y difícil, el jefe está observando la posibilidad de un aumento de sueldo y otro cargo más importante, todas las noches duermo con tú pijama para recordarte. Intento hacer diferentes cosas para entretenerme, pero no consigo nada.
Creo que esta carta esta demasiado triste y esto es lo que yo menos quiero, lo que deseo es que sepas que estamos bien y que no hay un solo segundo en que no pensemos en ti.
Mi amor te amo con toda mi alma, espero que estemos juntos pronto, que la virgen y mi Dios te bendigan.
Nuestro amor está por encima de esta dificultad, y tú mejor que nadie sabes eso.
Tu princesa, Estrella.
Lágrimas brotaban de sus ojos. No entendía porque debía estar lejos de su amada familia por un problema que no era suyo y al que le había hecho el quite durante varios años.
Un dolor intenso lo invadía con el recuerdo de su esposa, sus hijos, su padre, su casa, su trabajo, su profesión, sus amigos, en fin con toda su vida. El cautiverio lo estaba convirtiendo en otro hombre, en otro ser humano, lo estaba llevando a dudar de sí mismo, a poner a prueba su resistencia y el amor propio. La desesperación lo convertía día tras día en un ser inanimado, en un espectro del mundo real. Dentro de su habitación, encerrado noche y día en cuatro paredes de no más de 1,80 mt. de ancho por 2, 30 mts de alto.
No dinamizada, ni pensaba en los cambios y transformaciones del mundo exterior; desde hacía unos años la esperanza y la fe se le habían ido por una de las rendijas de la ventana.
Está era la vigésimo novena vez que leía la carta desde el día en que se la entregaron.
Aquel 8 de agosto de 1999 había sido el día más significativo en su vida hasta ahora, la llegada de aquella carta fue una señal divina, el mensaje para un mártir, el boleto hacía la libertad; esto lo pensó durante un año; pero al observar que no llegaba otra carta, ni señal de liberación; la esperanza se comenzó a evaporar por entre las rendijas del cuarto y la poca fe que le quedaba se extinguió al año siguiente.
Se levantó de la cama, caminó hasta el excusado, retiró un poco de papel y se frotó los ojos. Se miró por unos segundos en el espejo, reflejando al único amigo que le quedaba, la única persona que lo distraía en estas largas horas. En los últimos meses se hizo amigo de si mismo, buscó y encontró refugio en ese personaje interior al cual antes no había escuchado, se percató del valor y la importancia de hallarse en un momento tan difícil como éste.
Los repetidos segundos lo convirtieron en el mejor reloj de la tierra, tenía la hora exacta para sus pensamientos, sabía a que hora debía dormir tras el ataque de una enjambre de recuerdos, cuándo tenía que despertarse para observar por la rendija de la puerta la hermosa puesta del sol, sabía cuando le traían la comida y hasta acostumbró a su cuerpo a realizar una sola necesidad fisiológica en el día.
El secuestro estaba acabando con su vida y la de su familia. Si no lo rescataban o mataban pronto, moriría de ansiedad. Las condiciones eran obvias, el necesitaba de su familia tanto como ella de él, y el mecanismo de la familia López estaba en la unión de todos.
Con este pensamiento se mortificaba a diario, el recordar a Camilo por el corredor de la casa cometiendo alguna travesura, ver a Carlos con martín jugando con el frisby, su padre en la mecedora observando como se desvanecían las horas y su amada Estrella coqueteando con sus cabellos al viento en las mañanas calurosas.
Recuerdos y más recuerdos que no lo dejaban, ni lo dejarían en paz. Esto es el hombre, una masa de recuerdos.
Aquella imagen en el espejo le permitía ver su estado actual, aquel hombre reflejado no era él, no era Antonio; era los últimos residuos de un sujeto que existió hasta hace 3 años. Su estado físico empeoraba cada día más, pero la preocupación estaba en su interior, aquella radiografía vista a contra luz que años atrás había mostrado un hombre fuerte y recio ahora solo mostraba un ser sin alma, un ser perdido en el limbo de la desdicha. ¿Qué le puede quedar a cualquier ser humano después de haber perdido su libertad? nada, absolutamente nada, y no se trata de su libertad de acción, no, es su libertad de pensamiento, de decisión, de operación, pero más que nada su libertad se sentimiento.
En la soledad de aquel cuarto murieron las ganas de luchar por liberarse de las ataduras de los recuerdos, allí en esas paredes habían asesinado a dos individuos, el exterior, que murió por la falta de contacto con la realidad, de relación con la naturaleza; y el interior, que había muerto por la falta de sueños, por la falta de meditación espiritual; fue un homicidio cruel e inhumano; esperaron años para que Antonio se lacerara con sus recuerdos y se mortificara con su desdicha, matándolo de apoco, acribillándolo con el instrumento más belicoso de toda la historia, la monotonía.
El mandato, el orden, el método, la regularidad, la costumbre y la disposición lo sepultaron en una caverna profunda.
Cerró los ojos por unos segundos intentando pensar en su única esperanza, a su mente acudieron ideas malsanas de recuerdos perturbadores y acosadores; por más que intentara pensar en algo tangible, siempre aparecían los recuerdos de su familia persiguiéndolo. El suicidio sería su última opción, pues la esperanza del rescate se había ido por la puerta trasera de la inocencia, en los primeros meses de secuestro estuvo esperanzado con la eficacia y disposición de la policía y los grupos auxiliares, pero el tiempo arrasa con todo lo que hay a su paso, borra las esperanzas y desgarra la fe.
La inocencia le jugó una mala pasada, pero no volvería a pasar.
La noticia que nunca quiso escuchar le había sido dada la semana anterior, o se unía a las fuerzas revolucionarias o moría, la segunda opción fue su respuesta; desde ese fatídico día los recuerdos lo asediaron como nunca. Antes de dar su último suspiro de vida y perecer en manos de sus captores, prefería acabar con su existencia él mismo.
En el pasillo se escuchaban pisadas fuertes y jaleos de cadenas que se iba acercando, abrió los ojos, observando de nuevo su anémico rostro, su rostro perdido y fracasado, recordó a toda su familia en la casa grande, alegre y feliz; tomó la oxidada cuchilla de afeitar, la llevó hasta su cuello, la hundió un poco causando una ligera cortada, apretó la cuchilla; la puerta se abrió de súbito, por el espejo se vio la figura de un hombre con un arma en sus manos, Antonio hundió de nuevo la cuchilla desgarrando su garganta; un fuerte disparo resonó en la habitación.
La mención de honor calló al suelo.
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