Una historia cada día, un cuento cada semana
   Alhaurín de la Torre, Málaga, Andalucía,   domingo, 11 de julio de 2004

Diente por diente

Fº Miguel López Jiménez   fmlopez52@hotmail.com

La tarde era extremadamente calurosa, el sol quemaba demasiado para ser las seis y media de la tarde. El ventilador estaba puesto en el número tres y en estado rotatorio, aún así, el ambiente resultaba asfixiante. Antonio, sentado frente al ordenador, con un vaso de descafeinado, su paquete de Ducados y las ideas confusas, intentaba configurar la segunda parte de su historia.

      Una historia que comenzó durante la elecciones municipales y culminó en navidad. Un hecho que jamás debió suceder, pero, ocurrió y el destino es imborrable, por mucho que, a veces, duela e intente dormirlo o enterrarlo. Estaba demasiado tocado, sentimentalmente, como para optar por otros pensamientos que no fueran los de resentimiento, le había quebrado el alma el comportamiento inhumano de Eduardo, sin dejarle otra salida a su triste realidad. No pensaba en la venganza que provoca el despecho, si lo fuera, su comportamiento sería mezquino y deshonesto y comparable a la ruindad de Eduardo.   

          Debía hacerlo de manera discreta y elegante, como cuando se torea un toro, muy diestramente. Primero las picas, después, las banderillas y finalmente la estocada, sin que precise ningún descabello. Por eso, debía manejar con maestría la espada (pluma) y darle el estoque mortal. Pero, lo que ahora pretendía es acosarlo y ponerlo nervioso, sabía su lucha diaria por guardar las apariencias. Mantener una cara pública de niño bueno y simpático, pero, nadie sabía la frialdad y la falta de escrúpulos que guardaba su alma negra, como el color de su perro.

         El primer paso que Antonio hubo dado fue, contar a sus íntimos el sufrimiento que padecía y el causante, eso lo liberó interiormente, igual que hizo con el psicólogo, Angel. La terapia de grupo lo había fortalecido, habiendo recuperado la auto estima y el control de su vida. Aunque, el sentimiento de amor, permanecía como una molesta espina clavada, no era fácil desprenderse de ella, pero, como Eduardo le repetía tantas veces, - esto es circunstancial y pasajero -  (lo era para él, mariposón sin moralidad) así qué, aquel infortunio pasaría con el tiempo.

         Antonio abrió la carpeta, donde guardaba una copia de los e- mail de Eduardo. Había reproducido tres copias y entregadas a tres amigos de confianza, para su custodia y seguridad. No lo hizo por miedo a las represalias de Eduardo, lo había pensado así porque quería que su historia se conociera. Adjuntaba a las copias el manuscrito de una novela biográfica que escribió durante y después del romance con Eduardo. Detallaba hechos, lugares, nombres y fechas de las vivencias reales. Como real fue su sentimiento, limpio y transparente desde el comienzo. 

    Le resultaba muy triste que todo acabara de aquella forma. Qué sencillo y simple si Eduardo hubiese sido mejor persona. Hubiera tenido la honradez de respetarlo como ser humano y sensible. Antonio supo desde el principio que no era correspondido en sentimiento y lo entendía, no lo culpó jamás por eso. La maldad de Eduardo residía en que, atendiendo la súplica de ayuda que le rogó Antonio, tras su primer intento de suicidio, se aprovechara, egoístamente, de esa sensibilidad para su auto complacencia, pasando por encima, despiadadamente, de la honestidad de Antonio. 

       Antonio luchó desde el primer momento por la amistad de Eduardo, no lo amaba, precisamente, por el sexo, lo quería como amigo. Creía en la amistad, en la ayuda para cambiar el sentimiento de amor por el de amigo, pero, Eduardo no estuvo jamás a la altura de esos valores, para él, la amistad de Antonio le importaba bien poco, los sentimientos, aún menos. Estaba acostumbrado a utilizar a las personas, según sus necesidades políticas y sociales, como instrumentos servibles a su auto complacencia personal, sexual y social. 

  Con la misma facilidad que despertó el amor en Antonio, también, lo mató. Este no se hubiera entregado a él si no hubiera sentido amor. No era un bisexual habitual, durante catorce años había cerrado con llave su corazón ante un desengaño, un amor no correspondido, pero sin entrega ni sexo. En cambio, ahora, había habido una entrega sin límites ni formas y resultó herido, moralmente y psicológica, por el aprovechamiento intencionado de Eduardo con artimañas y mala fe.

   Antonio leía los mensajes, tratando de justificar las causas. En este tiempo había cerrado cualquier puerta al reencuentro, la confesión a su hijo, los amigos, incluso, a su mujer  comentó la fría y real bisexualidad de Eduardo. En el poco interés que Eduardo tenía sobre la amistad, sólo lo buscaba para el sexo como único fin. Por ello, le retiró el saludo y la palabra. También, ella conocía los fallidos intentos de Antonio por mantener una sincera amistad con Eduardo. La ocasión le vino dada para marcar uno de sus objetivos, ambas familias, esposas e hijos se encontraron en la feria, todos se saludaron muy cortésmente. 

 A Antonio, un escalofrío y un pellizco se le hizo en el estómago, junto a los temblores de piernas. Se mantuvo distante del grupo, pretendía mostrarle el mayor de los desprecios y forzar a la mujer de Eduardo a que le hiciera preguntas. Así, se vería obligado a construir más mentiras, cayendo en su propia red de falsedad. Pero, lo más doloroso para Antonio era el despotismo en la mirada de Eduardo, cuando se cruzaban por la calle. Unos ojos vacíos de honestidad y repletos de soberbia, de desdén y agresividad. Mostrando el orgullo de verlo vencido, sufriente y débil mariquita. ¿Quién sería su próxima víctima?, se preguntaba Antonio. Un maltratador psicológico, de hombres sensibles y fiables, andaba suelto por las calles, acechando y maquinando su siguiente conquista .

       Leía alguno de los mensajes, - Si crees que es mejor para ti que no nos veamos, siéntete, siempre, agusto de venir a casa o de escribirme o llamarme, nos vemos cómo y cuándo quieras. Si por el contrario piensas que es mejor no tener contacto para ir desvinculando tu mente de mi, también, lo asumo.- Mensajes tan hipócritas y falsos como su moral. – No sé por qué me comporto así, yo no soy así,  y sé que te hago daño sin quererlo, pienso que no debería estar entre tus amigos. – Continuaba leyendo – Esto no quiere decir que vayamos a estar meses sin vernos, no te vayas a preocupar, sólo que disfrutemos sin reproches lo que nos veamos. Por lo pronto estaremos un buen rato mañana sábado, compartamos lo que podamos. -  Un juego de toallas de color rojo, una cama sin estrenar, tantos momentos compartidos pensaba Antonio.        

          La música de las noticias en Telecinco sonaba, Antonio permanecía sentado frente al ordenador con el vaso de descafeinado en el escritorio, ya estaba frío y, aún lleno. Las horas habían pasado y él se quedó abstraído en sus pensamientos, durante ese tiempo.

La pantalla del ordenador seguía en blanco, el ventilador no cumplía su cometido, ventilar y refrescar el aire que estaba más viciado por el humo del tabaco, catorce o quince colillas, bien apuradas, habían en el cenicero. La pantalla, aún en blanco, esperaba que Antonio configurara la segunda parte de su historia. Pero, ¿qué le quedaba por decir?.  Pensó,  mejor sería apagar el sistema y dejar de pensar, al fin y al cabo, quién se iba a hacer eco de su historia.


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