Una historia cada día, dos cuentos cada semana
   Alhaurín de la Torre, Málaga, Andalucía,   Martes 20 de enero de 2004

EL HÉROE ENSOMBRECIDO 

Felipe Escudero Gómez. asatizabalvillegas@hotmail.com

Ensombrecido caminaba por la ciudad, reparaba en las  edificaciones de la calle larga ubicada en la avenida Cuzco. Iba pensando en como la gente podía vivir en  casas viejas donde la humedad y los años hacían estragos, con cada movimiento de sus ojos, de una cuadra a otra, ensombrecido se llenaba de indignación; no entendía tanta miseria y desorganización.

Años atrás, en la escuela le hablaron del POT (Plan de Ordenamiento Territorial), nunca se le pudo olvidar tan particular sigla, siempre la recordaba por Poirot Hércules, el personaje principal de las novelas policíacas de Agatha Christie; las había leído una y otra vez intentando descifrar los misterios alrededor de los  asesinatos, pero con muy poca fortuna, pues en 25 libros leídos solo identifico al asesino en tres oportunidades.

Levantó la mirada al cielo nublado, buscando un poco de inspiración para entender las incongruencias entre lo visto en la calle larga y el sistematizado Plan de Ordenamiento Territorial. Mientras jugaba a la suma y la resta, intentando explicar por que no había una sola casa estable en tres manzanas recorridas hasta ahora. Él solo veía mares de techos de Zinc, y ni una sola isla de las hermosas tejas prefabricadas tan comunes en la calle corta del norte. Subió por las largas calles del barrio Inca en busca de su habitación; se encontraba extasiado por los kilómetros de desdicha, desventura e infelicidad que acababa de observar, golpeó con fuerza una roca lanzándola contra una puerta oxidada y espero a que alguien saliera pero no obtuvo respuesta;  meditaba si más allá del océano las cosas serían peor, igual o mejor;  pero antes de continuar con este pensamiento, reflexionó y se dio cuenta que no podía existir nada peor a la calle larga de la ciudad santa. Todo en esta ciudad estaba construido sobre montañas de basura, escombros y toda la mierda dejada por los de la calle corta. Ellos vivían en otro micromundo llamado la ciudad infernal, allí todo era limpio, sano, despercudido, sin problemas de población, ni hambre y mucho menos de enfermedades poco comunes;  se   vivía   como   un   maldito demonio sin preocupaciones, gastando grandes cantidades de dinero en mujeres, lujos, sexo y drogas, todo les importaba un puto carajo, porque eran los dueños del mundo.

Ensombrecido se dio cuenta que más allá del océano las cosas solo podían ser mejor o igual;  pero le atraía demasiado la idea de conocer el mar y lo más importante era poder salir rápido de este maldito lugar. Además le agradaría conocer miserables de otros países iguales a él.

Llegó   a   su   habitación  cuando  el  sol  comenzaba   una   caída   libre   por   el   occidente, caminó tres pasos dentro de la habitación y se lanzó a su viejo catre de un salto, cayó de espaldas y comenzó a mirar los profundos agujeros del techo por donde caían a diario  bolas de madera arrojadas por el  comején; éste siempre esperaba la llegada de Ensombrecido para comenzar a lanzarle sus pequeñas bolas, después de unos minutos de paciente espera aquel hombre se levantaba del catre  y se limpiara la cara, luego, sacaba la vieja escoba y barría toda la basura arrojándola por un hueco del suelo.

Todo esto lo observaba el comején a la espera de que Ensombrecido volviera a tenderse en la cama para empezar de nuevo el bombardeo.

Durmió un cuarto de hora, se levantó y sintió como le caían de la cara y la camisa miles de pequeñas canicas. Siempre es lo mismo en esta maldita habitación – pensó –, se dirigió a la puerta del patio donde se encontraba la escoba, la sacó y barrió sobre su cama, alrededor y por debajo. Hizo un montoncito de basura y lo arrojó por una de las hendijas. Dejó caer la escoba sobre el catre, se acercó a la ventana donde escucho a lo lejos una bandada de gallinazos, que volaban juntos en busca de carroña para  esta noche de estrellas y de luna.

Sintió tristeza por no poder acompañar a esta masa de aves en su feliz trabajo; eran animales esplendorosos, negros como la noche, rápidos y silenciosos como la muerte, nada en el mundo se les comparaba, siempre estaban al asecho de cualquier putrefacción, nunca se preocupaban  por color, raza, tamaño, olor, nada de esas estupideces; Solo les importaba alimentarse de lo que fuera y como fuera, su supervivencia estaba por encima de cualquier otra cosa.

Tuvo el deseo de acompañarlos y comenzó a hacer una lista del por qué él era útil en este mundo, por qué debía seguir soportando tanta humillación de personajes iguales o peores que él, por qué tenía que pasar días enteros viendo las horas en un reloj de pared sin probar ni un solo bocado en semanas enteras. Pero lo más perturbador era tener que abrir los ojos cada mañana en esta horrible ciudad.

Y  con la mirada puesta en el último gallinazo de la bandada, Ensombrecido se lanzó.    


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