Una historia cada día, un cuento cada semana
   Alhaurín de la Torre, Málaga, Andalucía,   sábado, 22 de mayo de 2004

EL ESTRÉS

Fº Miguel López Jiménez [fmlopez52@hotmail.com]

En un centro comercial, junto al departamento de charcutería, Juan, locutor
de radio, pretendía hacer una encuesta en directo sobre un tema de
actualidad. Había elegido el estrés, la mayoría de la sociedad padecía estos
síntomas siendo una de las principales causas de baja laboral. Comenzó la
emisión directa diciendo.
– Buenas tardes, señoras y señores radio oyentes. Me encuentro en un gran
supermercado para hacer unas entrevistas en vivo y en directo y así conocer
qué opina la gente de la calle sobre el estrés. Considerada como una de las
enfermedades del milenio y la padece la gran mayoría de los españoles. Para
situarnos y entender qué es el estrés diré que es un estado depresivo y
nervioso y puede, incluso, llevar a la esquizofrenia. Estoy en la sección de
charcutería y a mi lado se encuentra una señora con un chorizo en la mano.
Parece indecisa en la elección, me acercaré a ella para entrevistarla.
¡Buenas tardes, señora¡.-
La señora un poco sorprendida respondió. ¿Qué hay joven?. Pregunta el locutor.
- ¿Qué piensa usted sobre la esquizofrenia señora?.
– La señora, desconcertada, respondió con otra pregunta. - ¿Eso qué es, una
marca de chorizo?. –
El locutor se encogió de hombros y sonriente respondió. – No señora, yo me
refiero al estrés, usted ya sabe. –
Ella entendió que el hombre se insinuaba y le paró los pies. – Oiga usted,
joven. Esas cosa las hago yo con mi Pepe y no creo que a usted le importe
nada. –
El locutor no salía de su asombro. Intentó tranquilizar a la señora. – No
señora, usted perdone, creo que no me ha entendido bien. –
Eso no la convenció y mas alterada aún le contestó. - ¡Que sí, coñi. Que
sí¡. Es usted un pervertido. Se cree que porque tengo un chorizo en la mano
me va la marcha, pues, usted está muy equivocado. Se confunde conmigo, yo
soy muy honrada y decente, se entera usted. –
Más confundido, todavía, el locutor no sabía que decir, trató de explicarle.
- ¡Por favor, señora¡ . No se ponga nerviosa, está usted muy alterada y creo
que... –
No le dejó acabar la aclaración y ella repetía. - ¡Que sí¡ . Esas guarrerías
no se le pregunta a una señora respetable. ¿Es qué, por tener un chorizo en
la mano me cambia la cara?. –
A los tonos de voz, muy altos, el hombre se ruborizó. Por más que pretendía
calmarla no lo lograba. - ¡Por favor señora¡. está usted provocando un
escándalo y yo sólo pretendía... –
En ese momento, una de las señoritas del supermercado que se había percatado
del ajetreo que se estaba produciendo, se aproximó a los dos y preguntó.
- ¿Tiene usted algún problema con el chorizo, señora?. -
La mujer le respondió. – No señorita. Es este joven que me está preguntando
que si tengo esquizofrenia y el chorizo es para el estrés. Cómo usted verá,
a mí nadie me dice esas cosas, sabe. –
El locutor no salía del asombro, el embrollo que se había montado escapaba
de la lógica de la comunicación. Lo más lamentable de todo es que, era en
directo, la unidad móvil estaba retransmitiendo. El conflicto estaba en
antena. El locutor quiso explicarle a la chica el entuerto.
- No, no, no. Perdone usted, señora. Mire señorita, yo le he preguntado que
si el chorizo tiene esquizofrenia y... qué digo...qué si usted padece de
estrés...tampoco, que si... –
La muchacha lo interrumpió, al ver que el hombre estaba nervioso y no se le
entendía, ella pensó y dijo. - ¡Hombre, oiga usted¡. No se puede ir por la
vida insultando a la gente. Lo que haga la señora con el chorizo a usted no
le importa. –
El locutor quiso hablar. – Que yo no la he insultado, es que...
– La señora lo interrumpió. - ¡Sí, usted sí me ha llamado esa palabrota que a
mí me da vergüenza decirla¡.
–Estaba indignada, jamás le había ocurrido nada parecido. El pobre hombre
quiso intervenir, nuevamente.
-Yo sólo quería saber si... – La dependienta lo frenó diciendo. – Usted no
tiene por qué saber nada de la señora ni del chorizo, entiende,
- A la mujer parecía que le iba a dar algo, su estado emocional se disparaba
hasta el límite de la tolerancia.
- ¡Ay, Dios mío¡ . Si lo único que yo quiero en comprar un chorizo para los
bocatas de mis niños, ¿por qué, viene este señor y me dice que tiene estrés,
que si yo quiero esquizofrenia?. Acaso, no tengo yo a mi Pepe para esas
cosas.- ¡Eso es muy fuerte¡- exclamó la chica y continuó – No le da a usted
vergüenza decirle eso a una señora. Además, en un sitio como este tan
respetable. Las cosas que hay que ver en esta vida. –
El hombre, totalmente abatido por el estado de ansiedad que estaba
padeciendo y por no tener la oportunidad de aclarar el mal entendido se
alteró y elevó el tono de voz.
- ¡Ya está bien¡. Me van ustedes a escuchar de una vez y...
– En ese preciso instante, atraído por el escándalo, apareció el vigilante
jurado del establecimiento que intervino preguntando.
¿Qué está pasado aquí, con tanto alboroto?. –
Rápidamente, la señora tomó la palabra. – Oiga usted, señor vigilante. Este
pervertido, que tiene un chorizo, va y me dice que si quiero estrés. Como si
mi Pepe no tuviese de esa esquizofrenia y no llevara chorizo, comprende
usted. –
El vigilante no se estaba enterando muy bien, pero, al ver el estado de
ánimo tan alterado de la señora, intentó calmarla.
– Tranquila señora. A ver si me he enterado bien. ¿Qué su Pepe no tiene
chorizo para el estrés y usted necesita esquizofrenia?. Y este señor le ha
dicho que... –
La señora no lo dejó acabar las conclusiones. - ¡Anda que este, también¡.
Que no se ha enterado usted, hombre. Que el chorizo es para mis niños y la
esquizofrenia es de mi Pepe que, no precisa chorizo porque yo no tengo
estrés, ¿comprende ahora?. –
La verdad es que no se enteraba de nada. El locutor intervino con una
exclamación de cansancio.
-¡Por Dios, por Dios¡. –
- Qué por Dios, por Dios. Si todo es por el chorizo.
– Dijo la señorita. El vigilante preguntó. - ¿El chorizo de quién es?.
– La señora más irritada si cabe se encaró con el vigilante.
– Este hombre parece tonto, no se entera de nada. No le he dicho que el chorizo es de este
señor y los niños los hago yo con mi Pepe. Y no tenemos esquizofrenia ni
precisamos ningún estrés, ¿lo ha entendido ya?.
– El vigilante volvió a preguntar. - ¡es qué su Pepe está mal de los nervios,
señora?.
- No hombre, es el chorizo. – respondió la señora.
A lo que, la muchacha contradijo molesta. – Oiga señora, el chorizo es de
máxima calidad. Es exportado de Pamplona. –
La señora le indicó. – No señorita, yo no digo que el chorizo sea malo. El
chorizo lo tenía yo en la mano, cuando, él ha venido a insultarme primero.
– Preguntó el vigilante. - ¿Y este hombre quién es, su Pepe?.
– Respondió la dependienta. – No, este señor es el del chorizo.
– El hombre ya no podía más, haciendo un gesto con las manos y elevando la voz los mandó callar.
¡Que se callen, ustedes¡. El chorizo es de la señora, es para su Pepe y los niños. Lo que yo pretendo es hacer una encuesta.
–Preguntó el vigilante. -¿Sobre chorizos?. –
Respondió el locutor. – No, sobre la gente. –
La señora no se contuvo y exclamó. – Por eso usted me ha insultado,
llamándome esa cochinada. –
La señorita, también afirmó. – Es cierto, yo lo he escuchado.
– El vigilante seguía sin entender nada, estaba completamente desorientado, volvió a preguntar.
¡Un momento¿, ¿Y qué tiene que ver el chorizo con todo esto?.
– El locutor le respondió. – El chorizo lo tenía la señora en la mano cuando
yo me acerqué a preguntarle. –
La señora le aclaró. – Entonces, este joven vino y me preguntó que si tenía
estrés.
¿Quién el chorizo?. – Preguntó el vigilante. –
La señorita intervino. – No, la señora. –
Volvió a preguntar el vigilante. - ¿Y para qué quiere un chorizo la señora?.

Le respondió el locutor. – Para los niños y su marido. –
El desorientado vigilante, volvió a preguntar, esperando enterarse de algo.
– Pero bueno, ¿Y usted quién es?. –
El deshecho locutor, totalmente fuera de sí, rompió a carcajadas. – Yo, yo.
Ja, ja, ja, ja, ja. –
Todos se quedaron boquiabiertos al ver el comportamiento del hombre. Sólo la
señora fue la que habló para definir el estado del hombre y lo extraño de
todo.
– Lo que yo digo, este señor está muy mal. Ya no podemos ni comer chorizo y
es que están todos locos, locos. -
 


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