Un cuento para cada día    Alhaurín de la Torre, 04de febrero de 2003

EL COSTAL

Gabriel David Navarro Tapia Guanajuato México dntapia@hotmail.com  

La calle estaba maltrecha y Darío caminaba cabizbajo por la desolada calle, vio sentado a un anciano y pensó, que amargado ha de estar este anciano el cuál al parecer leyó su pensamiento y murmurando mencionó, mejor amargado que muerto, Darío  no lo escuchó y siguió caminando por las viejas calles, a su paso encontró lo que en cualquier pueblo se puede encontrar, un par de perros flacos, una cantina y otro par de borrachos tomando el sol y cerveza en la puerta, uno ya bastante pasado de copas se acercó al muchacho y acosándolo comenzó a platicar de su vida, después continuó con política y prosiguió con Doña Martha que era la quinta ocasión que lo desairaba, ya pasado un tiempo y el tipo muy pasado contó una historia sobre cierto dinero escondido en el cerro del sereno, a esto prestó atención el muchacho, el borracho dio santo y seña de donde su bisabuelo había escondido el dinero y no faltó mención de su procedencia no muy bien habida.

Darío había prestado bastante atención al relato, de echo su espíritu joven se llenó de una jovial alegría, su espíritu aventurero se vio despierto obviamente con las inmadureces de su edad, siguió caminando y la historia sobre el dinero seguía despierta en su cabeza ¿ qué haría yo con ese dinero? Se preguntaba, su imaginación a rienda suelta lo llamaba a ir en busca del  mencionado dinero, por un momento lo acosó la duda, a fin de cuentas se lo había contado un borracho ¿ qué tanto podía haber de cierto en la historia, correr riesgos no era su mayor afición pero se vio contaminado por la idea, además el viejo cerro al que se hacía referencia no estaba muy lejos del pueblo, pensó por unos instantes, iba a necesitar un par de botas, agua y un poco de comida, su vieja navaja, una soga, vendas, tenía ya en su mente todo un equipo, pareciera que se iba a internar en alguna selva o iba en ayuda de algún rescate, así era Darío,  metódico y un poco exagerado.

Llegó un poco sudoroso a la casa de Federico, su amigo de la infancia y relató lo que escuchó con sus debidas exageraciones, Federico lo conocía ya bastante bien sin embargo Darío lo embaucó con la idea, en realidad no había nada que perder en un pueblo como ese nunca pasaban cosas emocionantes salvo la última balacera entre los Juárez y los Gutiérrez donde un joven salió muerto y tuvieron que huir un par a los Estados Unidos para no ser encarcelados, de ahí en fuera lo más emocionante era ir a cortar garbanzos a la tierras de Don Nacho quien siempre salía con su vieja carabina lanzando amenazas a diestra y siniestra contra cualquiera que pisara su sagrada tierra que era la más productiva de los alrededores y su gran orgullo, cuando alguien entraba su cara ya arrugada optaba por un color rojizo colérico y armaba un tremendo escándalo.

Ya envueltos con la idea Darío y Federico empacaron inclusive con la cacerola, cargaban ambos unos tremendos bultos sobre sus jóvenes espaldas que más bien parecían un homenaje al Pipila, caminaron por unos minutos por la poca transitada carretera, después siguieron por la vieja brecha y continuaron su caminata por alrededor de una hora, esto los cansó y en sus mentes el par de muchachos dudaron si realmente lograrían siquiera llegar a la mitad del viejo cerro, continuaron caminando y al llegar lo que llamaban cerro a los jóvenes les pareció una montaña de lo mas temible, ambos voltearon a ver la cima y sintieron cierto vértigo, pero ya estaban ahí y ninguno de los dos acostumbraba dar marcha atrás más por pena ante los demás que por coraje, vieron la empinada subida y  vieron una ola de huisaches, arbustos doblados en todas direcciones y nopales con sus rojas tunas, bajaron sus cosas y se sentaron en la orilla por unos instantes.

Después de descansar unos minutos comenzaron a subir, en ese momento cierto sentimiento se aprovecho de ellos, el sentimiento de libertad, no había casas, no había cantinas, no novias, solo vegetación a su izquierda, derecha o cualquier lado que voltearan, no es tan malo pensaron ambos y el espíritu de aventura los envolvió nuevamente, ahora pensaban en que harían con la cantidad de dinero que en su pensamiento ya estaba en sus manos, viajes, uno de ellos no conocía el mar y ese era su sueño desde los trece años en esos momentos pensaba en lanchas, motos acuáticas, bikinis, borracheras, cocos y discotecas, adsorbidos en sus pensamientos caminaron por dos horas fascinados en sus ideas hasta que el cansancio se apodero de ellos, oye Federico ¿y si descansamos un poco? Dijo Darío, él otro joven asintió con la cabeza, caminaron a una enorme roca y se sentaron y vieron como caía el cerro a sus  pies incluso se veía el viejo pueblo, el panorama era digno de un par de fotografías.

Comenzaba a oscurecer y ambos fumaban sus cigarrillos, voltearon hacia arriba y todavía les faltaba un buen trecho, sus padres los iban a fusilar seguramente, tendrían que pasar la noche bajo las estrellas, esto los incomodó un poco ya que corrían un par de leyendas sobre espíritus, jinetes negros, la dama de negro, los tres muertos del arroyo y un par de historias más, en su pueblo esto les daba risa pero ya estando ahí a la intemperie y solos entró un poco de pánico, Darío en ese momento decidió prender una fogata, recogieron viejos leños, huisacheras secas y hasta un par de ramas verdes y prendieron una no muy grande fogata pero suficiente para espantar algún coyote o espíritu que quisiese apoderarse del territorio, la noche se puso fría y su cena fueron unas latas de sardina en tomate y unos panes ya un poco duros pero como no habían comido en el día esto les pareció un banquete, pasado esto tomaron un par de cobijas y se enrollaron en ellas, miraron al cielo y les pareció infinito, oscuro y estrellado, minutos después bajo aquel manto comenzaron a soñar.

Eran las siete de la mañana y Federico se levanto un poco sobresaltado, no estaba en su hogar, entonces recordó el motivo de su estancia en este lugar, despertó a Darío, recogieron sus cosas y continuaron su búsqueda, caminaron un buen trecho y para su sorpresa ahí estaba el lugar descrito, una piedra con  pintura blanca, la cerca de alambre y los tres árboles, contaron algunos pasos a parir del tercer árbol y comenzaron a escarbar con unas pequeñas palas del tipo que usan los albañiles, escarbaban con bastante trabajo pues las palas eran muy pequeñas y así continuaron por muy buen rato hasta tocar una superficie dura, ellos se emocionaron y siguieron escarbando y se encontraron con un viejo saco que en su tiempo fue blanco, golpeaban con las palas y se escuchaba el metal, estaban alegres, extasiados, brincaban de alegría, minutos después se pusieron pálidos y comenzaron a vomitar a chorros, los gases que provenían del metal encerrado los había intoxicado, por su mente no pasó nunca esto, caminaron unos pasos y cayeron retorciéndose, ricos y bien muertos. 


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