Un cuento para cada día
   Alhaurín de la Torre, Málaga, Andalucía,  5 de abril de 2003
 

CELO

Alfonso Bayard. Barcelona,  bayard@arrakis.es  

- ¡Hola!... soy Sara.

- Sí..., llamaba por lo del anuncio.

- Espérame un poquito cariño, no cuelgues.

- ¡Ya estoy contigo!. He ido a buscar un cigarrillo. Dime, ¿habías llamado antes alguna vez?, ¿sabes cómo funciona este servicio?.

- Me lo imagino, pero explícamelo igualmente. Todavía me cuesta hablar.

- Andas un poco despistadillo para el vozarrón que tienes, ¿no?... Perdona... ,eh,... el servicio cuesta tres mil trescientas pesetas. Si quieres te doy un número de cuenta para que las ingreses o, si lo prefieres, me das tu número de tarjeta de crédito para que te cargue el importe. Para poner el dinero en la cuenta tienes tres días a partir de mañana, y si quieres pagar con tarjeta de crédito no tienes más que cantarme el número y decirme cuando caduca.

Ahora necesito tu número de teléfono para comprobar que estás al otro lado de la línea.

- Tres-doce-cuarenta y dos-cincuenta y seis.

-  Que serio estás. ¿Te pasa algo?.

- Nada, cosas mías.

- ¿Quieres que siga?

- Ya estoy metido, ¿no?.

- Hombre, con colgar...

- No, no. Está bien así.

- Bueno, pues mientras esperas a que te devuelva la llamada piensa en cómo quieres pagar.

Sara colgó bruscamente; él tardó unos segundos. Se quedó sentado, esperando, con la mano en la frente, intranquilo. Jugueteó con el pelo hasta hacerse un nudo. El teléfono empezó a sonar, pero antes de contestar estiró el nudo suavemente. El pelo salió sin dolor, limpiamente.

- Al menos veo que no me has mentido.

- ¿Por qué dices eso?

- Pues porque eres tan rarito... Es igual, te explico: Se trata de que a través de la línea nos excitemos mútuamente hasta llegar al orgasmo. Las posibilidades que tenemos para lograr este objetivo dependen de ti. Yo estoy abierta a tus preferencias. Puedes pedirme lo que quieras; la conversación no tiene límite de tiempo.

- Que fácil me lo pones.

- Has visto. Eso es para que te animes.

- ¿Qué, ya sabes como lo vas a hacer?.

- Bueno, yo soy bastante tradicional.

- No, me refiero a si ya sabes como vas a pagar.

- Ah!... ,ah!, perdona. Sí, prefiero ingresarte el dinero en tu cuenta corriente, o en la de quien sea.

- ¿Tomas nota por favor?

- La entidad es la 0042, “La Caixa”.

- La oficina es la 0174. Esto está en la calle Villarroel esquina París. ¿Sabes dónde está?.

- Sí, sí. Y si no, ya la buscaré.

- Bueno hijo, tu mismo. El dígito de control es el 87 y el número de cuenta es el 0004132003.

- Una cosa, cuando lleves el dinero no olvides decir que avisen al titular de la cuenta. Si no, es posible que me entere de tu ingreso pasados los tres días y entonces tenga que llamarte para reclamar el dinero.

- Entonces no lo diré.

- ¡Oh..., qué encanto!.

- Bueno, te repito los números para ver si los he tomado bien:

Entidad.

Oficina.

D.C.

Nº Cuenta

0042

0174

87

0004132003

Nota: Comunicar al titular.

- ¡Perfecto!. ¿Empezamos?

- Antes de empezar, me gustaría conocerte un poco mejor.

- ¿Qué quieres decir?.

- Quiero decir que si estuviéramos en un bar y nos acabáramos de conocer dudo que empezara tocándote el coño. Cuando dos personas se acaban de conocer, lo primero es mirarse..., hablar.

- Bueno, ya te he dicho que estoy abierta a todas tus preferencias.

- ¡Háblame entonces!.

- Para que te hagas una idea soy rubia, esbelta, de largas piernas, mis pechos...

-¡No, no!, espera, primero quiero saber como es tu cara.

Mira Sarita, si te pudiera ver te miraría a la cara. No me preocuparía de tu pelo, ni de tu altura, ni de tus largas piernas, ni siquiera de tus pechos. En la cara está todo. En los gestos, en la expresión, en el hablar y en los silencios. Lo demás es un reflejo. La cara es el reflejo del alma, Sara, pero también del cuerpo.

- ¡Oh, la, la!.

- Ahora quiero cerrar los ojos y poder imaginarme la tuya.

- ¡Vaya chorrada!

- Dime como es tu cara, Sara.

- ¿Y qué quieres que te diga?.

- Descríbemela.

- Tengo la cara redonda, los ojos redondos y el pico curvado, como en el chiste del búho, ¿no te jode?.

- No te rías de mí Sara, por favor.

- ¡No me río, es verdad!. Lo de la cara, pase, pero los ojos, francamente, nunca me gustaron. De adolescente me los maquillaba tratando de darles forma pero más que otra cosa parecía un putón y..., ¡vaya rollo te estoy pegando!, ¿no?.

- Me gusta oírte.

- ¡Pues nada!..., mi pelo es castaño, tengo la nariz recta y los labios muy, muy carnosos.

- ¿No me habías dicho que eras rubia?

- Te he dicho que era rubia, esbelta y todo lo demás, no sé, porque pensé que era tu tipo, pero creo que a ti no te interesa eso. La verdad es que parece una conversación entre amigas pero me da igual. Están bien estos servicios.

- Yo te prefiero como eres.

- De todas maneras creo que a pesar de tus respetables preferencias, lo que más te gustaría es mi boca. Me gustaría que estuvieras aquí. Ahora está húmeda, entreabierta,... para ti.

- ¡Ya!.

- ¡Oye me estoy hartando!. Ya no sé que más hacer para que te sueltes.

- Oírte Sara. Convencerme de que hablo contigo. Eso es lo único que quiero.

- Voy a buscarme un whisky a ver si me inspiro. No cuelgues...

- ¿Porqué has tardado tanto?

- Me he puesto cómoda. Estoy en mi cama, incorporada, esperándote. Me está dando más calor el whisky que tú. Ponme cachonda y no te arrepentirás de haber llamado.

- ¿Estás enamorada de alguien?

- ¿Y esto a qué viene?.

- Hombre, si has llegado hasta aquí.

- ¡No me lo puedo creer!. Si he llegado hasta aquí ha sido porque trato de jugar a tu juego, pero, la verdad, todas estas preguntitas me están empezando a cortar el rollo, ¿sabes?...

Es casi tan mareante como tú, pero es una buena persona.

- El infierno está lleno de buenas personas.

- ¡Ya estamos!. ¡No sé porque te aguanto esto!.

- Es sólo un refrán.

- Cambiemos de tema.

- ¿Hace cuánto que trabajas en esto?

- Pocos meses.

- ¿No te asquea?

- Sólo cuando llaman tipos haciéndose los interesantes, como tú. ¡Qué no, que es broma!. Mira, cuando aparecieron por primera vez este tipo de servicios la cosa iba de jubilados, adolescentes graciosos y curiosos. Muchas llamadas pero pocos servicios. Ahora es diferente. La mayoría son clientes habituales que muchas veces no quieren ni servicio. Simplemente hablan, les escucho, les doy la razón y pagan.

- Hoy es diferente, ¿no, Sara?. Tu hablas y el cliente escucha.

- Eso es porque eres muy preguntón... y porque me dejo. Me gusta hablar contigo. Me da morbo que un desconocido me interrogue. ¡Qué oscuro interés tendrás por mí!.

- ¿Te has excitado alguna vez?.

- ¡Hombre!. Veo que vas entrando.

- ¿Te has excitado alguna vez?.

- Eso va como va. A veces estás cachonda, porque sí, y si estás con alguien que se enrrolla bien y te tomas una copa, pues te das un gustillo y de paso haces bien el trabajo.

- ¡Qué profesional!.

- ¡Ay Sara, Sara!. Te imagino ahí, en tu cama, hablando y hablando, masturbándote, haciendo bien el trabajo. ¡Qué desperdicio!. Tu serías una bendición para cualquiera. Con tu carita redonda, tus ojos risueños, tu nariz elegante y tu boca de puta amenazante. Mezcla de pastora y pantera. Esa eres tú, Sara. No deberías prostituirte al teléfono. Deberías hacerlo en la calle.

- Porque me dices eso. ¡Voy a colgar!.

-Perdona, perdóname. No quería ofenderte. No sé que me pasa. Es que preferiría estar allí contigo que hablar así.

- Pues me parece que te has equivocado de número. Búscate un confesor, una ama, una esclava o lo que coño quieras porque prefiero no cobrar que aguantarte.

- Dime qué llevas puesto.

- Oye, ¿por qué no lo dejamos?.

- Me gustas Sara. Que me hables, que me escuches desde tu cama, incorporada. Déjame ver tus hombros Sara, sensuales, esculturales.

Frótatelos, como si te abrazaras. Lámelos por mí, huélelos por mí y tal vez consigas excitarme.

- Espero estar haciendolo.

- ¡Cómo me gustan tus pechos!, Sara. Firmes, desafiantes, redondos. Ve hacia tus pechos y perfila su forma. Empieza por debajo y sube y vuelve a bajar y otra vez arriba.  Dibuja un ocho entre tus tetas, Sara. Siente cómo vas llegando a los pezones, lo duros que se van poniendo al acercarte y como empiezas a ponerte cachonda. Tus dedos, Sara, son los míos, y ya han llegado a los pezones, como guindas,  pellizcándolos. Disfruta Sara, sé que te gusta. Mastúrbate mi amor. Hazlo por mí. Lleva las manos hacia tus muslos. Acaríciate los interiores. Qué suaves y cálidos son,... ¿no, Sara?. Déjame estar aquí un rato, arropado entre tus muslos, mirando como tus manos nos acarician, a ti y a mí, y se van resbalando por el vientre hacia tu ombligo, del que hoy sale un cordón distinto, Sara, a través del cual te oigo y me uno a ti con más fuerza que nunca.

- Eres un coñazo -dijo suspirante- pero me estás poniendo cachonda.

- Y ahora quisiera ver el mundo. Ensalívate un dedo y recorre tu coño rosado y palpitante hasta que el placer te arquee como una gata en celo que frota su culito en la pared.

- ¿Y tú, eh?, ¿y tú?. ¿No dices nada?, ¿no te excitas?, ¿o es que no te gusto?. Dime cómo tienes la polla. Dime que la tienes grande y dura, llena de venas azules. Dime que es para mí. ¡Oh!, ¡cómo me gustaría que me follases!.

- Es para ti. Sí, mi putita, es toda para ti. Está grande y dura para ti. Hinchada de sangre por ti.

Te siento Sara. ¡Cómo me pones!.

- ¿Sí?, ¿te pongo cachondo mi amor?. Yo estoy como las gatitas. ¡Más!. ¡Me froto, me froto!. ¡Me corro, amor, me corro!...

- A veces no me arrepiento de hacer este trabajo.

- Hay servicios que no están mal, ¿no?.

- Yo me he corrido. ¿Y tú?.

- Prefería oírte.

- Pues finges muy bien.

- Eso veo.

- Hasta pronto Sara, tengo que colgar.

- Llámame cuando quieras. Te estaré esperando.

Sara quedó tendida en la cama, boca abajo, con una pierna arqueada y la cabeza erguida, como un bebé, ensimismada, con los ojos fijos en el teléfono, hipnotizada todavía por el placer reciente.

Sin tiempo para recuperarse, el teléfono sonó de nuevo.

- ¿Te pongo cachondo mi amor?. Yo estoy como las gatitas. ¡Más!. ¡Me froto, me froto!... ¡Eres una puta!.

- ¡Quién es!... ¡¡Quién está ahí!!.

-.¡Me corro, amor, me corro!.

- ¡¡Miguel!!... ¡Eres tú!... Pero, ¿cómo has podido?... ¡Eres un mal nacido!...

- Una mala puta. Eso es lo que eres.

¿Qué esperabas oír, eh?... ¡¡Qué coño esperabas oír!!.

- No me esperaba esto, Sara, esto no...

- ¿Y de dónde coño crees que comes, eh?. ¡¡¡Contesta!!!

- ¡Pero te vas a enterar!. ¡¡¡Te juro que te vas a enterar!!!.

-         ¿Miguel?... ¡¡¡Miguel!!.


Cuentos, relatos, historias, narraciones, leyendas, experiencias
Envíenos su historia y en pocos días estará puesta en la red con el título, su nombre, su ciudad y su
e-mail. Nuestro compromiso es insertar un relato breve todos los días del año en esta pagina
 y archivar de forma correcta los atrasados

Si desea que su publique su cuento: parapublicar@cuentosglobales.com
Para información, Federico Ortega: federico@andalucia.cc
                             
 Cuentos Globales primera etapa
 


Andalucía
Comunidad Cultural