Una historia
cada día, un cuento
cada semana
Alhaurín de la Torre, Málaga, Andalucía, sábado 7 de
noviembre de 2003
Aquel
deseo
Manuel Lozano fied_bsas@arnet.com.ar
El coprófago nunca leyó a Keats, esa hermosa criatura de este mundo cuyo nombre habría de escribirse en agua y en granos de arena que las aguas traen cada vez.
Nunca supo de la sangre y sus trabajos. "Nunca" era un adverbio que cuadraba perfecto a su piel rancia o caliginosa, según variasen las puestas de sol. Dicen que hablaba de conocimientos, con la dudosa soltura de un idiota y de un ingenuo. Pero es verdad también que nunca pudimos oírlo.
Sabía comer sus mocos, pero, en no menos ocasiones, metíase el dedo en su ano maltrecho. De allí sacaba sus flujos hediondos o algunas piedrecitas oscuras (parecían piedrecitas oscuras), que bebía o masticaba -según las circunstancias- con una devoción creciente. Le hubiera gustado ser poseído por una bestia, tal era su deseo sexual, pero ni siquiera los monstruos lo visitaban en pesadillas. Eso jamás sería posible.
Erraba por la vida con
remordimientos insolubles. Tampoco sabemos si quiso malgastar sus años
juveniles esbozando esas pocas palabrejas para el olvido, convertidas muy
prontamente en una precaria selección de relatos costumbristas, pero ésa fue
la única labor que cumplió a la perfección. Desde su nacimiento estuvo
muerto, y nunca nadie, salvo la nodriza, pudo verle la pequeña boca con que
comía sus inmundicias. Desde su nacimiento, desde su infancia.
Manuel Lozano Praga, septiembre de 1999
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