Un cuento para cada día    Alhaurín de la Torre,  9 de febrero de 2003

Marisa y el mar

Jose Luis Saorin  Cartagena, Murcia España jlsaorin@www.agbar.es

Marisa leía cuentos al mar.

Todas las tardes al salir del trabajo, Marisa se dirigía al rompeolas, y desde allí apoyada en una piedra, le leía al mar sus cuentos. Cuentos de sueños y viajes, cuentos de amores y tragedias, cuentos que el mar acompañaba con el sonido de las olas, con el ritmo de las mareas, con la espuma y las gotas de agua.

Todo empezó el día que Marisa, se encontraba en el rompeolas leyendo un libro. Pensó que sería bonito hacerlo en voz alta, porque de esa manera los cuentos se aprecian de otra manera, parece que se viven y no sólo se leen. Cual sería su sorpresa al descubrir que a los pocos minutos, el mar se apaciguaba, y las olas se acercaban a escucharla. Podía ser una sensación suya, pero pensó que el mar estaba aburrido, que nadie le hablaba, que quería oír historias. Al fin y al cabo el mar oía retazos de historias, de la gente que paseaba por las playas, o por el propio rompeolas, pero nadie se dirigía a él para hablarle, para contarle historias completas y lo más importante para contarle historias de mundos imaginarios, de mundos donde quizás el mar se enamora de una sirena, o donde el lenguaje del mar permite comunicarse con otros planetas, o quizás aquél tan bonito, donde un mar y su amada laguna, se juran amor eterno bajo la luna.

Ahora, mucho tiempo después de ese día, el mar reconoce a Marisa y la saluda cuando aparece por el rompeolas, y una ola sonriente la acompaña en su recorrido hasta la última piedra del rompeolas, donde se sienta para estar rodeada por un mar atento a sus palabras. En ese momento el mar pierde la atención en otras cosas, y se centra en el cuento que escucha de la boca de Marisa. Conforme las palabras van creando emociones, el mar responde y se encrespa cuando está nervioso porque el protagonista tiene miedo, se calma si el personaje duerme, se retira cuando el cuento acaba, o se transforma en un mar embravecido, cuando alguien quiere hacer daño a un niño o un personaje querido.

Por eso, en el pueblo le piden a Marisa, que en la época de pesca, cuente cuentos tranquilos, para que los hombres que salen a pescar sepan que el mar esta contento, sepan que el mar sueña con cuentos bonitos, de final feliz y que por ello les arrullará en sus barcos, y les permitirá tender las redes, para capturar la comida, que en esos momentos también escucha el cuento, a través del mar.

Una vez Marisa, se puso enferma y estuvo casi un mes sin ir a contarle cuentos al mar. El mar se sintió olvidado, y poco a poco fue poniéndose nervioso, hasta que un día decidió ir a buscarla, y juntando todas sus fuerzas saltó por encima del rompeolas, y avanzó por la ciudad golpeando en las puertas de las casas y preguntando por Marisa. Finalmente la encontró, y la vio durmiendo, febril y el mar comprendió de inmediato y decidió retirarse después de pedir disculpas por su enfado y llamar a su amiga la lluvia, para que arrullase a Marisa golpeando en las ventanas con un ritmo suave, para que se cure y para que sueñe con nuevos cuentos. Fue la peor tormenta que se recuerda en el pueblo, casi sería mejor decir que fue un maremoto, pero todos comprendieron que el mar, como un niño abandonado sólo estaba buscando Marisa, y por ello nadie se enfadó, a pesar de algunos destrozos que dejo en el pueblo, al pisar, cual si fuera un gigante en las calles de un pueblo construido a escala humana, y no a escala del mar.

Pero el pueblo aprendió, y le dijo a Marisa, que cuando se ausentara, por favor le dijera al mar donde iba, para que éste, tranquilo, la esperara paciente o la buscara en otras costas donde podía seguir escuchándola. Porque todo el mar hablaba entre sí, y a través de las olas, los cuentos pasaban de mar a mar, de océano a océano y Marisa de esta manera sólo necesitaba sentarse en la orilla de cualquier mar, para hablar con su mar.

No todos los mares y océanos respondían igual a sus cuentos. Marisa descubrió que su mar, estaba tranquilo con las historias de amor, y que amaba y se arrullaba bajo las historias de sueños. Sin embargo algunos mares hacían lo contrario o permanecían indiferentes y solo querían oír historias de terror y miedo. Por eso Marisa, no siempre sabía el efecto del cuento en otros mares y a veces grandes tormentas se desataban, en algún mar del mundo, debido a cuentos de niños, con los que su mar dormía plácidamente.

Poco a poco, Marisa fue envejeciendo, y le costaba mas trabajo acercarse al rompeolas, por eso a veces un pájaro de mar, un albatros, una gaviota, se acercaba hasta ella y la escuchaba y luego iba presuroso hasta el mar, donde lo relataba de memoria sin saltarse una palabra, y aunque el mar echaba de menos la voz de Marisa, al menos podía oír sus cuentos y contestarle con grandes olas, para que ella pudiera verlas desde la lejanía, que el cuento le gustó, y que la esperaba paciente para cuando pudiera venir.

Cuando Marisa supo que se estaba muriendo, pidió que la acercaran al rompeolas y que la dejaran sola, allí cerca de la piedra desde donde durante tantos años, le contó cuentos al mar. Sentada en una silla de ruedas, casi sin fuerzas para hablar, el mar permanecía en silencio, ni una sola ola, se atrevía a moverse para poder escuchar a la anciana, que le dijo que iba a morir muy pronto, que nunca más podría hablarle. El mar estaba atónito, no podía creerlo. El no podría vivir sin esa voz. Un murmullo de excitación recorrió el mar, desde uno a otro confín. La noticia se extendió como una gran mancha y por primera vez todos los mares y océanos del mundo reaccionaron de la misma manera. Por un instante que pudo durar minutos, pero también horas todos los mares y océanos, todas las criaturas vivientes del mar, así como la lluvia y el viento en solidaridad con su amigo el mar, permanecieron mudos, permanecieron petrificados como si hubiesen perdido el aliento vital. Pero al cabo de un tiempo los mares se despertaron y dialogaron entre sí, y el murmullo subió de tono al ritmo de las discusiones sobre como afrontar este tremendo problema. Todos los mares estaban interesados y por eso las discusiones duraron muchos minutos, hasta que finalmente llegaron a una conclusión. Con ella le harían una propuesta a Marisa.

Marisa esperaba en su silla de ruedas. Ella entendía vagamente el lenguaje del mar, pero sabía que hoy lo entendería mejor que nunca. Durante toda su vida había formado al mar con cuentos, con leyendas, con relatos y era el momento de que el mar hiciese memoria y recordase, y por eso, ella esperaba que le permitiera crear su última leyenda.

Finalmente el mar se dirigió a ella, y con respeto reverencial, le hizo la propuesta que habían estado debatiendo. Se la hizo con miedo, porque sabía que era difícil de aceptar, pero consciente de que era la mejor solución para todos. Ella lo escuchó, miró al mar, a la espuma que forman las olas, a los pájaros que lo acompañan y los peces que lo pueblan y con una sonrisa velada en la boca le dijo que sí. Aceptaba la propuesta y estaba preparada.

Ese día, forma parte de la leyenda que circula en el pueblo. El cielo se nubló súbitamente, la lluvia surgió de las entrañas del cielo, y el mar se encrespó como nunca lo había hecho antes. Los acompañantes de Marisa no supieron reaccionar a tiempo. Fue todo muy rápido. De pronto una ola, surgió por el final de rompeolas, y cogió a Marisa y se la llevó con él. Cuentan los presentes que Marisa, lejos de aparentar miedo, la esperaba con los brazos extendidos como si quisiera irse con ella.

La leyenda dice, que ahora Marisa cuenta los cuentos desde el propio mar, y sus habitantes se reúnen cerca de ella para oírla y poder contarlo, y algún pescador cree haber visto cientos de peces de especies diferentes, en círculo alrededor de algo, como si estuvieran atentos a algún espectáculo. También se puede a veces, en las noches de calma, acercarse a las orillas de los mares y dejarse mecer por un murmullo, que muchos sospechan, son los cuentos de Marisa, leídos en el lenguaje del mar, que no entendemos pero reconocemos. Y por eso a todos nos gusta oír el mar, tanto cuando nos cuenta historias plácidas de amor, como cuando son violentas historias de tormentas y olas. Porque todos reconocemos las palabras de Marisa en esos lejanos ruidos y nos sentimos tan atrapados en él como el mar lo estaba de Marisa, antes de que se unieran eternamente para garantizar que el mar y los hombres tendrían siempre sus relatos.


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