Un cuento para cada día Alhaurín de la Torre, 11 de enero de 2003
Un minuto de felicidad
Martín Biasotti.
MBiasotti@smart.com.ar. Buenos Aires. Argentina.¡Compre su felicidad! Carteles luminosos, chispas incandescentes flotando en el aire, chillándole al público que se deslizaba en la penumbra urbana.
¡Felicidades a mitad de precio, aproveche nuestras ofertas! Anuncios titilando cada medio segundo, respirando violentamente, y personas de ojos rojos dejándose hipnotizar por el hechizo digital, flotando como fantasmas por rieles invisibles, frágiles embarcaciones dejándose arrastrar por el viento.
Trobiani, los ojos cansados; una felicidad, por favor, la voz apagada.
Descartó el caribe, demasiado clásico, aprovechó la promoción Sierras de Córdoba con 10% de descuento.
Pasó a la sala, se conectó los cables y el casco. Sus pupilas se humedecieron, dejando penetrar fantasías reales de mentira digital, sacudiendo el tiempo, excluyendo el afuera.
Descendió lentamente en un hermoso bosque, flotando sobre una alfombra de hongos silvestres. Aumentó la intensidad en el centro olfativo, se relajó. Probó un hongo. Suave, pensó, más intensidad en las papilas. ¿Tibias melodías naturales, suave murmullo del río, música clásica? Levantó el dedo índice y presionó música clásica, se desplegó un amplio catálogo flotando en el aire, eligió una melodía al azar.
La temperatura era agradable, el aire puro y dulce, un arroyo suave reía infantil entre las rocas. Treinta segundos.
Una mujer, oculta entre pinos, es demasiado bella, es perfecta. Se acercó, sonrieron sus sonrisas, sonrieron sus ojos, sonrieron sus cuerpos. Amor, pensó, pidió amor. Advertencia: quinientos dólares más, aceptar. Veinte segundos.
Sintió el amor, se acerco más, es una buena felicidad, pensó. Se desvaneció de amor en la mirada de una mujer, se fusionó suavemente en su cuerpo. Se transformaron en uno. Diez segundos.
La felicidad le limpió los rincones del alma, cada detalle de su espíritu. Nueve, ocho, siete segundos, una voz suave y penetrante. No quiero volver. Cinco, cuatro, tres segundos. No voy a volver. Un segundo. No voy a volver.
Su felicidad ha terminado. Gracias por ser feliz, vuelva pronto. La oscuridad. Abrió los ojos lentamente. Se desconectó los cables, el casco. Pasó la tarjeta por el sensor.
Trobiani salió a la calle, carteles chillando en el cielo. Se secó las lágrimas.
|