Una historia cada día, un cuento cada semana
   Alhaurín de la Torre, Málaga, Andalucía,   sábado 20 de diciembre de 2003
  

                                          El fruto de Magericoat

   Ángel Rened.   emilioarroba@yahoo.es

                         “  “La magia del fuego se esconde cuando su chispa se ve”. 

         Tres niños jugaban con piedras de río mientras cantaban...

“Ah Checotizlant, luz de la claridad,

tú Quecotpes, fuego del amanecer,

suave Siecotloac, divinidad en mujer....”.  

         En una aldea un hombre caminaba por un tortuoso camino que subía hacia el final de una montaña. Según iba subiendo veía el camino que dejaba a su paso, la pendiente hacia abajo que dibujaba los ecos del camino. 

         Desde la mitad del camino vio a una mujer que cocinaba al inicio de una gruta excavada en la montaña. La mujer era de gran belleza, y según iba avanzando el hombre no podía olvidar las facciones de esa mujer. 

         Estando casi al final de la montaña, quiso el hombre saber si esa mujer había advertido de su presencia, entonces tiró una camisa que guardaba en su bolsa hacia abajo, en la dirección donde debía estar la mujer. 

         Desando el camino, montaña abajo para recoger la prenda y así volver a ver a la mujer. La bajada del camino era agreste y llena también de dificultades. Al pasar cerca de la gruta no vio a la mujer allí. 

         Siguió bajando hasta el principio de la vereda donde encontró su prenda. Cuando la iba a recoger un fruto cayó desde la parte alta de la montaña. 

         El hombre comenzó a subir de nuevo la vereda hacia la cima por el tortuoso camino. Mientras subía iba comiendo el fruto recogido. Volvió a pasar cerca de la gruta y no vio a nadie allí. Siguió subiendo y terminado de comer el fruto arrojo la semilla hacia abajo del barranco. 

         Llegó finalmente a la cima y quiso pernoctar allí. Por la noche escuchaba un canto melodioso con voz de mujer. En su mente se dibujaba el rostro de la desconocida de la gruta. 

         Quiso volver a desandar el camino por la mañana para intentar hablar con la mujer. Bajó poco a poco el sendero agreste y al pasar por cerca de la gruta no vio a nadie allí. El la entrada de la gruta encontró otro fruto, que cogió y fue comiendo por el camino de subida hacia la cumbre de la montaña.

         Guardó la semilla del fruto como recuerdo de la mujer. Al llegar a su casa  plantó la semilla en el prado de su casa. Vinieron tiempos de sequía y de grandes penurias pero el hombre y su familia consiguieron vivir gracias a los frutos de ese árbol cuando no crecía nada más. 

“A ambos lados del los valles de Magericoat, se extienden los cultivos del Madroach, dulce como la miel y  con gran contenido nutricional.”                                                                                       


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