Un cuento para cada día    Alhaurín de la Torre, 23 de enero de 2003

La novia de las sombras

Toni Gil ( Benedetti) Valencia. España. fagilm46@smail.ocenf.org

Oigo millones de voces gritar mi nombre y mientras arranco mi carne, siento ganas de morir nuevamente, sumergirme en la no existencia, la tranquilidad eterna.

De noche salgo renacido del reposo en mi cubil, entre negras sombras confundido, acechando a través de la oscuridad el nuevo y dulce olor a sangre.

Descubro emanaciones nuevas de líquidos que confundo entre deseos y realidad y para evitarlo, reanudo una noche más el ritual, proceso que me permite sentir de nuevo confianza en mí mismo, acrecentar mi capacidad de decisión hacia una víctima que me asegure la vida, al menos durante un día más, intentado evitar seres de sangre y existencia fría, la celebración me asume en el estado que me permita reconocer el hálito de sangres calientes, cuerpos ardientes para al adentrarme en ellos, gozar del placer del que ya soy esclavo, sin ser dañado.

Tras finalizar el culto a los seres ancestrales del más allá y beber de la copa sagrada del Nuevo Dios me lanzo en vuelo, una noche más, hacia mi vejación, tortura ya de mi esencia.

En el amparo del crepúsculo ido esperas mi llegada, tú, víctima de mi sed de martirio, me aguardas, mordida ya por mi delirio. Puedo oler tu sangre desde mi ciego vuelo, amarte deseo solamente, pero la calidez de tu savia me abruma, me retuerce, me hace sentir el temor en mis venas, cuerpo demasiado ardiente para una época de decadencia, ¿serás ardid o fortuna? Decidiré al observar tu figura, me ampararé en las leyes físicas, pues como leyes naturales, decidirán hoy por mí mi destino.

Siento ganas de morir, es más, mi cuerpo ya carece de vida, pues peor que la muerte humana, la mía es cruenta, puesto que bebo la sangre la vida de las que mueren por mí, de amor extasiadas, mi tiranía es de naturaleza egoísta al poseer como necesidad vital el extirpar la vida de los demás.

Y llegando a tu alcoba, convertido en figura espectral, te miro, tu cuerpo desnudo ante mi percepción, silueta cubierta en sedas semitransparentes que reencarnan y elevan mi deseo en la más prominente pasión, a tan alto nivel que las llagas y estigmas del pasado sucumben por instantes. Esperando en vela mi sádico albedrío, me invitas a que adentre en tu aposento sombrío, porque tú ya sabías que vendría por ti, esta noche.

Al ver tu mirada y gestos decididos, tiemblo sin saber si es de miedo o de frío. En tus ojos leo el terror que te inspiro, pero sé que te atrae el sutil maleficio de apagar mi sed con tu vida y de sentir en tu cuello mis fauces de vidrio.

Taciturnas luces de candelabro me confunden de nuevo entre las sombras, decido despojarme de mis atuendos oscuros para poder mostrarte mi interior, con el afán de conquistar antes que tu cuerpo tu alma, y es así como puedo explicarte cuanto sufrimiento guardo convocado, cuantas noches de delirio y tormento he pasado. Pero el experimento contigo no parece funcionar, (¿qué se podía esperar de una criatura tan pura como tú?) en vez de compasión tu cuerpo comienza a temblar de pavor, horror y aprensión.

—No, mi amor, no me ofrezcas tus últimos alientos, aún queda mucho por decidir, la noche nos entela con esa enorme luna llena, tranquila, pronto guardaré mis horrores y te mostraré el camino hacia el amor, hacia la eternidad.

Me arrodillo frente a tu cama y acaricio tus cabellos de oro negro. Suscito mis manos alrededor de tu cuello y me excito al observar como el estremecimiento de placer te ha hechizado, tu dermis se me muestra suave, limpia, portadora de los más inmensos placeres jamás conocidos, al unir tu piel con la mía escalofrios ardientes toman lugar en mi gélida nuca.

Sorprendido oigo de tu boca amargas palabras como la traición

—Créeme, no es tal sacrificio —dices sonriendo amargamente, agitándote violentamente de excitación.

Me retuerzo cuando mis labios buscas plena de deseos y me besa como no hace ningún vivo, semejando murmullos que auspician suplicios ¿Quién es aquí la víctima? ¿No eres ya un ser de mi especie?

Dulcemente tumbada sobre el lecho te despojas de tus velos, cálida muerte. Con mirada enternecedora te me ofreces, sé que lo deseas. Y tus senos tétricos de cristal frío los siento en mi boca que ha enmudecido, encandilada. Siento deseo de morderlos y dar paso al acto iniciático de absorción, mas no, es pronto aún…

—En tus manos está mi destino, toma mi sangre para tu cuerpo divino, por ti moriré en amor rendido— me dices entre gemidos. Y mientras me abrazas con fuerza, siento el calor del líquido que anhelo en tus venas correr raudo. Tu amor me turba, caen lágrimas rojas de mis ojos enmarañados.

—¿Querrás tú ser mi compañera de desvelos? No... mi amada, sé que es demasiado egoísta ofrecerte tal capricho, los sufrimientos son muchos para decidir si serlo o no en una noche ¡Oh! Me maldigo por haberte descubierto oportunidad tan oscura y abismal.

—No, no... déjame hablar sé que atisbas una realidad nueva, lo veo en tu mirada lánguida y alicaída, y yo puedo proporcionártela, sé que podré cumplir tus deseos y hacer de tu existencia un símbolo de todo significado. Déjame ayudarte y verás cómo tu mundo adquiere un nuevo sentido. Mi amor por ti sobrepasa las fronteras de lo posiblemente humano, de lo conocido...

—Calla, calla maldita, no digas más sandeces, no conoces mis martirios, estás hipnotizada por el delirio del placer ¿no recuerdas lo ocurrido cuando te mostré mi pasado? No permitiré que tú formes parte de mi pesadilla, eres ánima demasiado noble, no mereces tal castigo. Tal vez ya sepas demasiado.

—No, aún quiero saber más, antes no conocía el placer que puedo alcanzar, tú me lo has descubierto y me siento en deuda contigo...

—¡Oh! Eres tan majestuosa que me deslumbras, pero creo que ya es tarde...— sin poder evitarlo, clavo mis fauces en tu cuello fornido, tus brazos rodean mi espalda, te estiras sobre el lecho, cayendo mi cuerpo sobre el tuyo. Y al notar tu sangre que corre a chorros y recorre mi garganta, ebria, succiono con brío y caigo a tus pies aún cálidos, yo rendido. Mas vuelvo a ver la luz que se apodera de mi sustancia, la luz que me hace ser vampiro, y sin perder fuerza, mientras tu vida bebo, me introduzco en ti como nunca nadie lo hice, aportando los más sublimes placeres a tu cuerpo, ahora completamente mío.

Cae mi rostro sobre tu herida mortal, manchando de sangre mi mejilla, tu cuello... Levanto mi mirada y te veo exangüe, solo un hilo fino de algodón sostiene tu vida que escapa en sigilo.

Acaricio tu rostro ensangrentado, veo tus ojos brillantes y es cuando gritando me maldigo ¿Qué soy? ¡Insaciable, bestia de sangre embebida! Desgarro mi cuello con mis uñas, me miras cansada, premórbido rostro, esperando que las tinieblas te cubran con su mortal abrigo.

Deseo dejar de ser, de existir, quiero morir, mas el dolor me convulsiona la cordura y el anhelo. Insoportable observar espectáculo de tan trágica magnitud. En un momento de locura e doy de beber mi sangre de vampiro y te aferras a mi cuello como un animal hambriento. Jadeas sedienta de muerte.

Te aparto suavemente y te acuno entre mis brazos, lentamente. Ahora eres tú quien ha nacido tras morir. Sonríes y no puedo soportar mirarte, de nuevo recuerdo mis furias internas, mi angustia permanente, sé que tú también padecerás mis miedos. No sé porque lo he hecho, tú lo deseabas, pero ¿sabías realmente lo que significaba? Me maldigo de nuevo.

Siento el deseo de explotar , de dejar de padecer la eterna vida, esquivando extraños y mirones, huyendo de la luz un día tras otro, arrepintiéndose una y otra vez por lo que se consuma cada noche.

Te cojo de la mano, la luz de la pradera advierte que nuestro enemigo llega, el resplandor es la muerte, me miras sin comprender, veo la duda arremolinándose en tus ojos de tinieblas, pero ciega te sobrecoges al comprender lo sucedido, al abrazarte noto tu miedo.

Tarde es.

La muerte has elegido, la luz del sol, nuestro peor adversario, con su haz cálido nos cubre. Nos quema el dorso, nuestras carnes se caen como cieno fundido y de dolor lanzas tu último alarido, pero antes nos fundimos en un largo, eterno beso, mientras nuestros cuerpos se deshacen como podridos.

Morimos el uno con el otro y solo las cenizas queda de nuestras carnes, cenizas que acompañañ al viento en su vuelo, hasta el profundo y siniestro océano.

¿Qué importa realmente el cuerpo, cuando somos la misma alma?

Tal vez en algún lugar, alguien rece por nosotros, tal vez, sólo tal vez, alguien pueda perdonarme. 


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